Cuéntame un cuento.

Érase una vez, un sistema que nunca ha existido, un sistema justo con todos, que reparte derechos y deberes equitativamente, con leyes que no privan de libertades, sino que las defienden y protegen, con una participación directa de todos y cada uno de los habitantes del país en las decisiones importantes para todos, un sistema solidario que se vuelca en el más débil, esa era la propaganda.

Ese era el truco del ilusionista, para hacernos ver una imagen proyectada, contada por los medios de comunicación, pero han pecado de soberbios. Los mismos medios que nos enseñan las grandezas este sistema, nos ponen sutílmente las trabas en el camino, en forma de noticias que enseñan lo peor de esta sociedad, dejando un clima de impunidad, y fomentando la frustración de todos, el desapego por lo comunal, la desconfianza generalizada, convirtiendo así el camino hacia una utopía, en una carrera de obstáculos, con disfraz de quimera.

Dentro de la prepotencia de la alcurnia que nos gobierna, el ego es su punto flaco, creyeron que podrían manejarnos, creando una sensación de verdadera libertad, que jamás ha tenido el ser humano en su historia, para amansar y hacer más dócil, el espíritu reivindicativo y de equidad,intrínseco en la mayoría de nosotros, pero a lo mejor nos lo hemos creído, lo hemos visualizado y nos ha gustado la idea de que fuera realidad. y si uno es capaz de imaginarlo, es capaz de conseguirlo.

» El día que la democracia participativa deje de estar supeditada al capitalismo, y lo doblegue al bien común, será el principio de una nueva sociedad consecuente con su sangriento pasado, y generosa con sus generaciones futuras»